¿Estás Confiado Por Que Crees En Jesús?
El
Evangelio según Juan relata lo siguiente… Estando en Jerusalén en la
fiesta de la pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo las señales
que hacía. Pero Jesús mismo no se fiaba de ellos, porque conocía a
todos, y no tenía necesidad de que nadie le diese testimonio del
hombre, pues él sabía lo que había en el hombre. Había un hombre de los
fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos. Éste
vino a Jesús de noche, y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios
como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si
no está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te
digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios….
No te maravilles de que te dije: Te es necesario nacer de nuevo.
Lo que relata el apóstol Juan es sorprendente. Aunque muchos creyeron
en su nombre, Jesús no se fiaba de todos ellos. Jesús no los llamó sus
hermanos, sus ovejas, sus amigos, ni hijos de Dios. Jesús no les
felicitó por haber creído en su nombre, tampoco les aseguró de que
tenían la vida eterna. Más bien el relato pareciera indicar que Jesús
se distanció de ellos. Y cuando uno de ellos en particular se le acercó
para expresarle que creía en él, Jesús le respondió con palabras que le
dejaron desconcertado. Aunque Nicodemo había creído en Jesús, él no
podía ver el reino de Dios en su presente condición. Él, como la
muchedumbre en Jerusalén que había creído en el nombre de Jesús, no
podía ver el reino de Dios si es que no nacía de nuevo.
Amigo, ¿es posible que te encuentres en la misma situación que Nicodemo
y las muchas personas que creyeron en Jesús? ¿Es posible que estés
confiado de que pasarás la eternidad con Dios por haber creído en
Jesús? ¿Es posible que tengas mucha confianza pero que Jesús no se fíe
de ti? Sería trágico que pases esta vida con una confianza que termine
siendo fatal. Lo que necesitas es nacer de nuevo. Pues si no naces de
nuevo no puedes ver el reino de Dios.
Esa noche Jesús compartió con Nicodemo un relatado muy conocido para el
fariseo, la de la serpiente de bronce. Los israelitas… después
partieron del monte de Hor, camino del Mar Rojo, para rodear la tierra
de Edom; y se desanimó el pueblo por el camino. Y habló el pueblo
contra Dios y contra Moisés: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para
que muramos en este desierto? Pues no hay pan ni agua, y nuestra alma
tiene fastidio de este pan tan liviano. Y Jehová
envió entre el pueblo
serpientes ardientes, que mordían al pueblo; y murió mucho pueblo de
Israel.
Entonces
el pueblo vino a Moisés y dijo: Hemos pecado por haber hablado contra
Jehová, y contra ti; ruega a Jehová que quite de nosotros estas
serpientes. Y Moisés oró por el pueblo. Y Jehová dijo a Moisés: Hazte
una serpiente ardiente, y ponla sobre una asta; y cualquiera que fuere
mordido y mirare a ella, vivirá. Y Moisés hizo una serpiente de bronce,
y la puso sobre una asta; y cuando alguna serpiente mordía a alguno,
miraba a la serpiente de bronce, y vivía.
Hay mucho que se podría decir
de la actitud de los israelitas contra Dios, pero basta resaltar que
menospreciaron la gloriosa bondad de Dios para con ellos. Dios les
había sacado de una pesada servidumbre donde sufrían muchas horrendas
penas de las cuales la más agonizante era que sus preciosos bebitos
eran tirados al río. En el camino, Dios les proveyó milagrosamente
alimento del cielo. Dios era meticulosamente consistente al darles esta
provisión que sabía a hojuelas con miel. “¡Estamos hartos de este
alimento tan miserable!” dijeron los israelitas. No comprendieron que
la bondad de Dios debería haberles llevado al arrepentimiento.
Su
pecado era abominable; considerar la bondad de Dios algo miserable y
fastidioso es un ataque a la misma persona de Dios. Declaración jurada:
Culpables de difamación al Ser Infinito. La sentencia: La Muerte,
muerte por mordida de serpiente venenosa. Murió mucho pueblo de Israel.
Los que quedaron, al ver su condición condenada, rogaron a Moisés que
intercede al SEÑOR a quien habían difamado. La respuesta: una serpiente
de bronce, no un jarabe, no un ungüento, una serpiente. Lo que les
estaba causando la muerte sería un instrumento para su salvación.
Moisés hizo aquella serpiente de bronce y la puso en alto. El condenado
a muerte que la miraba, vivía.
Jesús continuó su diálogo con Nicodemo…
Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que
el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree,
no se pierda, mas tenga vida eterna. Para los que están condenados a
muerte eterna por los efectos del pecado, Dios levantó a Uno en
semejanza de carne de pecado, para que todo aquel que en él cree no se
pierda mas tenga vida eterna. Al que no conoció pecado (Cristo), por
nosotros (Dios) lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos
justicia de Dios en él. Amigo, ¡Mira y vive!