Un Dialogo Sobre el Cristianismo 

Introducción

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Epílogo
Capítulo 8: La justicia de Dios

Miguel encontró rápidamente el pasaje que estaba buscando en respuesta a la pregunta de Juan.

Miguel: Hay muchos pasajes, pero permíteme leerte solo una.  Se encuentra en Romanos tres.  El escritor, Pablo, acaba de describir el horrible estado del hombre en el principio del capítulo, lo que realmente es el hombre fuera de Cristo.  Luego comienza a escribir sobre la locura de pensar que se pueda impresionar a Dios con nuestra propia justicia.  Esto se conoce como el vivir por la ley con el fin de ser salvo.  Esto es lo que yo estaba haciendo cuando te dije que me había reformado como un intento de ser aceptado por Dios. Escucha lo que dice:

“…Por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado. Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios,… la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él… por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación…”

Pablo acumuló todas las grandes palabras en un párrafo.  Pero creo que esto va a tener mucho sentido si sólo se siguen cuidadosamente.  Él está hablando de como siempre fallamos en ser justos por nosotros mismos, tratando de ganarnos la salvación.  Luego dice que hay una manera de conseguir esa justicia, a través de Cristo que murió como propiciación (voy a explicar esa palabra en un minuto).  La justicia se nos da como un regalo.

Nadie, ningún ser humano, será justificado o declarado justo delante de Dios en base a su propio mérito, no importe lo mucho que haya tratado de vivir por las leyes de Dios.  Esto es así porque estas leyes fueron dadas, al menos en parte, para mostrarnos cuán pecadores somos.  Estas leyes son precisamente lo que nos quita cualquier jactancia de justicia propia.  El hecho de que no podemos vivir bajo estas leyes exitosamente nos impulsa a buscar la justicia de otra persona.  Necesitamos la justicia de Dios.  Esa es nuestra esperanza.  Cristo vino como el justo Hijo de Dios, y vivió en justicia a lo largo de su vida terrenal, incluso bajo grandes tentaciones a pecar.  Él es el que murió por nosotros, los que creemos en él.

Ahora mira a esa frase “por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios.”  Eso significa que no somos capaces de ser como Dios.  Su gloria es su carácter y poder.  No somos como él; todos nos quedamos cortos, no importa cuánto nos esforcemos. ¿Te acuerdas de lo que pasé aprendiendo esa lección? Ahora tiene mucho sentido.

Aquí dice que Cristo es la propiciación, o algunas traducciones dicen "expiación" por nuestros pecados.  Me parezco a teólogo, ¿no?  Pero verás que es básico, una vez que vayas entendiendo más.  Esto significa que Cristo llevó la justa ira de un Dios santo por los pecados que estaban en mi cuenta.  El aplacó su ira.  Él apaciguó a Dios al cargar mis pecados sobre sí mismo.  Él llevó mi culpa por completo.  Y entonces resucitó para demostrar que su muerte no era la simple muerte de un mártir, pero, justo lo que había prometido, una muerte en lugar de los pecadores.  Cristo murió por mí, y Cristo fue resucitado para confirmarlo.  ¡La Biblia dice que Dios me ama lo suficiente como para enviar a su Hijo para hacer esto por mí, aunque yo nunca podría ni acercarme a merecerlo!

Juan: Estoy empezando a entender esto mejor que nunca antes.  Realmente es una tontería confiar en uno mismo para ser lo suficientemente bueno para ser aceptado por Dios.  ¿No es eso lo que estás diciendo?

Miguel: Exactamente.  Usaste la palabra "confiar".  Ese es el concepto aquí.  No debemos confiar en nosotros mismos, sino más bien, debemos confiar en el único que podría satisfacer la demanda justa de la ley, o sea Cristo.  Nosotros decimos que hemos llegado a creer en Cristo.  Eso significa que debemos confiar en Cristo como nuestra única esperanza, nuestra única esperanza segura de salvación.  Esa creencia es algo más que una aceptación mental de las verdades acerca de Cristo y su muerte y resurrección.  Creer significa confiar  plenamente en él y en lo que él logró para los suyos como la única esperanza de salvación.

Por supuesto, la Biblia deja en claro que la fe que tenemos tiene que ser una "fe arrepentida", es decir, una fe que viene porque odias ir en la dirección en la que vas, una fe que ha dado media vuelta, rechazando el control propio de nuestras vidas, rechazando nuestros pecados, nuestros puntos de vista, nuestro placer, nuestra propia justicia, todo esto para abrazar a Cristo.  Eso fue exactamente lo que anhelaba hacer, fue una parte que ya estaba obrando fuertemente en mí.  Anhelaba librarme de ese pecado que tenía, ese sentido de la esclavitud al pecado.  El arrepentirse significa tener un cambio profundo de la mente o un cambio de opinión acerca de mi pecado y mis soluciones, hasta el punto de soltar esos pecados en mi corazón y confiar en Cristo.  El poder de Cristo en mí como un verdadero cristiano me ayuda a hacer precisamente eso.

Yo no podía venir a Cristo aun queriendo vivir de esa manera vieja.  ¿Qué significaría eso?  Eso significaría que sólo quería una póliza de seguro en lugar de un Señor, un Amo que sea mi Salvador.  No es así, pues. ¿Te das cuenta?  Como dijo Eduardo, o bien estamos confiando en nosotros mismos o en Cristo, y este Cristo en quien estamos confiando es el Señor Jesucristo.  Lo aceptamos tal como es.  Y ahí es donde la verdadera vida cristiana comienza.

Pensé mucho en todo esto, leyendo y meditando en todo ello.  Pero una cosa hizo que sea difícil venir a Cristo.

Juan: ¿Qué fue eso?
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por Jim Elliff © Christian Communicators Worldwide ~ Usado con permiso