Un Dialogo Sobre el Cristianismo |
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Introducción Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Epílogo |
Capítulo
3: La Prueba Definitiva Juan se sorprendió por la descripción que dio Miguel de su condición. ¿Qué podría ser más desesperanzador que enfrentar una enorme deuda de pecado con más pecado añadiéndose a ella todos los días? Pregunto... Juan: ¿Qué fue lo que te preocupó tanto? Miguel: Te cuento. Alguien preguntó: "¿Cuál es el mandamiento más grande de todos los tiempos?" Inmediatamente pensé: "Seguramente la estoy cumpliendo si es tan básico y tan fundamental." Pero me sorprendió lo que encontré. La respuesta fue algo que dijo Jesús: "El más grande mandamiento es: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, mente, alma y fuerza." Eso me preocupó. Sentí que amaba a Dios, al menos pensé que debía amarlo si yo quería estar con Él en el cielo, pero las declaraciones calificadoras realmente me molestaban. ¿Yo le amo con todo mi corazón? Imposible. Juan: ¿A qué te refieres? Miguel: Quiero decir que empecé a ver que yo ni siquiera estaba acercándome a amar a Dios con todo mi corazón, mente, alma y fuerza. Yo sabía, por supuesto, que cualquier pecado contra Dios era digno de una pena. Pero pensé que podría superar la pena con buenos pensamientos y acciones. Pero entonces me encontré con que no amar a Dios era el pecado más extenso de todos y que lo cometía todo el tiempo. Dios es la máxima autoridad. Así que ahí estaba el más alto mandato de la máxima autoridad, y yo estaba violando ese mandato todos los días, ¡cada minuto! No podía escaparme de eso. ¡Cada vez que se violaba un mandato menor, estaba violando el mandamiento más grande! Juan: Yo no lo entiendo muy bien. La verdad es que sí lo entendió. Es que tenía miedo, miedo de escuchar algo que le costaría o decepcionaría, pero a la vez estaba disfrutando de la conversación. Quería conocer estas cosas intensamente. Todas las conversaciones en el trabajo eran tan superficiales y protegidas. Esta conversación le llamaba la atención y era importante. ¿Estaba actuando demasiado impaciente? Por primera vez, estaba recibiendo respuestas que él podía entender. Su postura cambió indicando que él no había terminado de escuchar. Él no quería que esto termine. Miguel: Ya ves, yo sabía de la enseñanza que dio Jesús cuando dijo: "Si me amáis, guardaréis mis mandamientos." Por lo tanto, yo estaba viendo que mis llamados "pecados pequeños" se relacionaban con el pecado más grande, con el de no amar a Dios. El pecar de cualquier forma era no amar a Dios con todo mi corazón. Todo pecado era un pecado doble, se unía al peor de los pecados. Me sentí muy mal por todo eso. Yo estaba muy incómodo pensando en ello. Parecía que todo lo que hacía surgía de un corazón sin amor, incluso cuando trataba de hacer cosas buenas. Si la raíz estaba mal, el fruto debía estar mal también. ¡Como te das cuenta, yo estaba encerrado! Yo tenía años de pecados antes de mi reforma que no fueron perdonados, y aun estaba pecando mientras me trataba de reformar. Y el pecado que estaba cometiendo era el peor de los pecados ya que estaba quebrantando el mandamiento más grande de la máxima autoridad, y esto sin parar. Juan: ¿Y qué hiciste? Una luz brilló en la habitación. Un carro estaba dando la vuelta frente a los vecinos. Echó un vistazo a la luz, pero no hizo ningún comentario. Lo que necesitaba ahora era luz. Repitió, "¿Qué hiciste?" |