Un Dialogo Sobre el Cristianismo 

Introducción

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Epílogo
Capítulo 2: La Deuda

Juan se levantó de la mesa con una mirada confusa en su rostro.  Había bombardeado a Miguel con preguntas.  Lo que escuchaba le estaba afectando.  Miguel estaba describiendo su propio dilema.  Después de servirse un poco de café de la cafetera sobre la mesa, volvió a su silla.

Juan: ¿Por qué no te sentías diferente si realmente te estabas reformando?  Es que, reformarme es justo lo que estoy tratando de hacer, Miguel.  ¿Pero eso no funcionó para ti?

Miguel: Menos mal, para ese entonces yo estaba yendo a una nueva iglesia donde la gente realmente lee la Biblia.  Empecé a oír cosas como: "Toda nuestra justicia es como trapos de inmundicia", "Por las obras de la ley ningún ser humano será justificado", "No hay justo, ni aun uno", y cosas por el estilo.  La Biblia parecía estar lleno de este tipo de cosas.

Así que empecé a razonar conmigo mismo de esta manera: "Si toda mi justicia es como trapos de inmundicia, y si por las obras de la ley no puedo ser justificado, y si no hay justo, ni siquiera yo, entonces es absurdo pensar en llegar al cielo por cualquier intento de mantener las normas morales."

Entonces pensé en lo siguiente: “Supongamos que un hombre tenía una deuda a una tienda de diez mil dólares, y luego comenzó a sentirse mal por haber estado acumulando tanta deuda.  Pero entonces, después de eso, él empieza a pagar en efectivo por todo lo que compraba desde ese momento en adelante.  ¿Acaso pagar en efectivo por todas las compras futuras podría solucionar la deuda que ya se había acumulado?

Juan: Y eso, ¿qué tiene que ver?

Miguel: Bueno, yo vi que había acumulado un montón de deuda en mis cuentas con Dios.  Si yo pudiera haber sido perfecto desde ese momento, todavía no se borrarían todos los pecados que yo ya había cometido en el pasado.  "¿Cómo puedo librarme de ser condenado por todos los pecados que ya he cometido?"  Esa fue mi primera pregunta.

Juan: ¿Y...?

Miguel: Otra cosa era que, aun con toda la reforma que estaba tratando de hacer, cuando miré más de cerca vi todavía nuevos pecados en mi vida cotidiana.  Esta vez yo estaba viendo el pecado constantemente, junto con lo mejor que podía hacer.

Miguel se puso de pie de un modo bastante deliberado y se acercó al mostrador.  Se apoyado en él y estudió la expresión de Juan mientras hablaba.  Esperaba que Juan no lo tomara tanto como un sermón.

¿Sabes a qué me refiero?  A través de toda mi reforma, en un sentido era orgulloso de haber impresionado a Dios, al menos como yo lo veía.  Yo nunca hubiera dicho eso, pero era verdad, porque impresionar a Dios con mi nuevo estilo de vida es exactamente lo que yo tenía la esperanza de haber logrado.  Pensaba sin duda que había agradado a Dios con mi fidelidad y esas cosas.  Pero realmente vi que estaba cometiendo suficiente pecado mezclado con cualquiera de estos actos de reforma, como para hacerme culpable del infierno, aun suponiendo que mi vida anterior hubiera sido perfecta.  Así que me di cuenta de que tenía una deuda original, que era enorme, y también vi que seguía pecando cada día, incluso cuando trataba de hacer lo correcto.  Todo esto fue lo suficientemente malo, pero entonces vi algo aún más preocupante.
back next

por Jim Elliff © Christian Communicators Worldwide ~ Usado con permiso